sábado, 3 de marzo de 2012

¿Hacia un nuevo paradigma?



Veo mucho potencial, pero está desperdiciado. Toda una generación trabajando en gasolineras, sirviendo mesas, o siendo esclavos oficinistas. La publicidad nos hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos, no hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine, o estrellas del rock. Pero no lo seremos, y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados (Brad Pitt en "El Club de la Lucha" de David Fincher)

Es preciso comenzar por delimitar a qué nos referimos cuando hablamos de paradigma. Si acudimos al Diccionario de la RAE, a la Wikipedia o a cualquier otra enciclopedia que tengamos en casa, debemos partir de la base de que, hablamos de un modelo, en este caso de un modelo de realidad, de cómo la humanidad va percibiendo la realidad en el decurso de la historia y de cómo esta realidad se muestra y despliega a su vez como un modelo en el que el hombre se refleja y se entiende a sí mismo. En el sentido que aquí queremos darle, debe ser entendido como una estructura organizativa por la que el mundo mismo se describe a través de un conjunto de teorías de diversas disciplinas en las que subyacen elementos comunes, concomitantes y digamos, una tesis unificadora que les otorga sentido al conjunto de todas ellas. Quedan, no obstante, muy lejos de nuestras pretensiones, el dotar de significado o contenido a dichas tesis, pues de nada sirve interpretar con ánimo de verdad lo que sólo puede explicarse con el paso del tiempo. Sin embargo, esto no es óbice para dejar patente y recalcar que en el mundo actual, AHORA, 6 de Febrero de 2.012, según el calendario gregoriano, momento en el que se escriben estas líneas, están ocurriendo una serie de cambios que comenzaron un día desconocido en la vida de los hombres, y que, algún otro día en un futuro no muy lejano tomarán forma, momento en el que se habrá realizado el cambio efectivo de paradigma. (Véase Thomas F. Khun)

La temática de las líneas que siguen no es una nueva invención de ningún iluminado o gurú. Lejos de ello, es precisamente una idea que está en el aire, a la que múltiples pensadores y científicos están asomándose de reojo en los últimos tiempos y que de algún modo está presente en cualquier análisis del mundo actual que hagamos, sin tomar, sin embargo, ninguna forma aún determinada y concreta. Es más, en nuestras manos reside la culminación precisa de dicha tarea, que por otro lado resulta imperiosamente necesaria, para lo cual, me atrevo a vaticinar que no será suficiente la simple espera a la que tan acostumbrado está el individuo occidental acomodado, sino que es precisa una esperanza activa.

Un cambio de paradigma no es algo desconocido en la vida de los hombres. De hecho ha ocurrido al menos en una ocasión en nuestro mundo occidental. El ejemplo más claro es el que se produce entre la Edad Media y el Renacimiento. En esta época se produjeron una serie de cambios en la forma de ver el mundo que influyeron de forma decisiva en toda la historia posterior. El factor principal que hasta ahora se ha considerado para que se posibilite un cambio de paradigma es que existe una modificación o descubrimiento científico de vital importancia que pone en entredicho los anteriores y condiciona los posteriores. En el caso del paso del medioevo al Renacimiento, los más importantes fueron la transición desde el modelo Geocéntrico hacia el Heliocéntrico intuido por Copérnico y culminado por Kepler, así como el descubrimiento de la Ley de la Gravitación Universal de Newton y el establecimiento del modelo científico apoyado por el método lógico-matemático cartesiano de pensamiento. Todos estos factores científicos, junto con los cambios culturales y sociales de la época (descubrimiento del Nuevo Mundo, ruptura con el Dios Absoluto medieval que "controla" la vida de los hombres en la Tierra..) así como la consideración del Hombre a sí mismo como capacitado para influir voluntariamente en su propio destino, fueron los que posibilitaron el cambio de paradigma.

Muchos autores coinciden en que el factor principal que hizo posible dichos cambios en la forma de concebir el mundo fue la posibilidad de difusión que adquirieron las ideas con la invención de la imprenta por parte de Guttenberg. La capacidad de acceso a la cultura y el conocimiento, el descubrimiento de religiones de otros países y tierras junto con la traducción y difusión de escritos griegos y de toda índole, influyeron de forma notoria en la forma en que el hombre europeo del Renacimiento era capaz de enfrentarse con la realidad.

Hoy en día, con el acceso a internet y el uso de las redes sociales puede estar ocurriendo algo similar. Nos encontramos en un mundo donde las comunicaciones están dominadas por la red de redes y en la era de la imagen: en los últimos quince o veinte años, internet y los adelantos tecnológicos nos ha cambiado la manera de ver la realidad y de entender el mundo que nos rodea. Tenemos mayor acceso a la cultura, la información y el conocimiento y disponemos prácticamente de velocidad inmediata en el intercambio de contenidos de todo tipo. De algún modo, este acceso ilimitado a la información, así como el cambio producido en la forma de acceder a ella está modificando, incluso, nuestra forma de pensar. Hasta ahora, sabíamos que al leer de modo tradicional, en libros o periódicos, el pensamiento era lineal (no sólo en el sentido de principio y fin y que no mira para los lados), de manera que la información era almacenada y estructurada en la memoria de manera distinta a la que se hace a través del hipertexto de internet y el vídeo, cuyo almacenamiento es más visual, haciendo que se conecten distintas áreas del cerebro. Evidentemente, tanto las ventajas como inconvenientes son analizables, pero lo que no deja lugar a dudas es la influencia que este medio ejerce en el pensamiento humano.

En esta línea, cabe señalar que la reflexión filosófica sobre la incidencia de la tecnología en la mentalidad y sobre todo, en el modo de vida moderno no es algo nuevo, y viene desarrollándose desde hace ya algunos años. Los temas que debemos poner encima de la mesa, y que tienen incidencia en la crisis actual y por consiguiente, posibilitantes de un cambio de mentalidad, son la reflexión sobre la tecnología, el trabajo, la economía, la educación y el individuo. Trataremos de sintetizar algunas de estas reflexiones.

En el marco filosófico reciente la tendencia de Habermas ha sido atacar la base normativa que sirve para justificar sistemas políticos, bajo la reducción de lo práctico a lo técnico en la que ha desembocado el positivismo científico radical. La clave, según Habermas radica en que el refuerzo de la mentalidad tecnocrática represiva y conservadora significa el abandono proporcional de la idea democrática de una racionalización del poder mediante la discusión parlamentaria.

Por otro lado, para T. Adorno el hombre parece anulado en su libertad y subordinado al sistema y su rendimiento en el trabajo. Es como si la sociedad engendrase a sus hijos tal y como la programación biológica hace que los engendre la naturaleza: determinándolos hereditariamente.
La decadencia actual del sistema imputa la responsabilidad al individuo en lugar de a la dinámica social. La teoría tradicional del conocimiento no es más que el esfuerzo por desarrollar el principio de identidad, contribuyendo a una injusta situación social, es una teoría reaccionaria y conservadora dominada por el odio a lo complejo, y en sintonía con el poder.

La reflexión actual debe pasar por sintonizar con la idea de combatir las opiniones acerca de la inmodificabilidad del mundo (que proponen las teorías más conservadoras) mediante una dialéctica como arma que no huya de la contradicción y que debe cuestionarse continuamente la certeza de su propio pensamiento -que no debe ser nunca enunciación dogmática- como ocurre con el acceso a información de dudosa procedencia e intencionalidad que en muchas ocasiones circula por la red.

La teoría más tradicional y conservadora parece comenzar con Hegel, que más o menos venía a decirnos que la realidad es un resumen. O lo que es lo mismo, que la realidad o fin de la historia coincidiría con la totalidad del conocimiento y situaciones posibles dándose simultáneamente en el momento en que fuese posible la síntesis de toda la historia anterior. Esto no significa otra cosa que ignorar las diferencias y parece la profecía que se autocumple si no hacemos algo para ponerle remedio. En cierto modo cualquiera puede sentirse arrastrado por las ideas de Hegel pues no le faltaba razón si miramos los momentos que nos han precedido en la historia de la Humanidad. No obstante, como estamos señalando, cada vez con mayor frecuencia van dándose teorías y situaciones que abogan por una realidad mundial diferente, lejos de un determinismo irreversible.

Nietzsche, por su parte ya advertía de la nueva relación de poder y dominación necesaria para que el capitalismo, en el despliegue de su propio desarrollo económico, no se viera alterado: La progresiva absorción de la esfera política por la economía, o lo que es lo mismo, sustituir los valores por los intereses. Para conseguir esto, el estado promociona al tipo de hombre que es necesario para mantener este tipo de economía: el individuo estándar y gregario.
El estado moderno neutraliza las individualidades excepcionales, pues las únicas diferencias las establece el dinero. Hablamos de un estado que no puede permitir al tipo de hombre independiente y creador, pues es un peligro. Este Estado necesita esclavos (en el sentido estricto del término), personas que vendan su alma al diablo (en este caso el estado) a cambio de un bienestar -que siempre es inestable- idealizado y figurado -pues lleno de influencias y una tradición irreversible está lejos de ser verdaderamente elegido- copiado de países más desarrollados, que las deja narcotizadas y anestesiadas de múltiples formas, configurando y determinando continuamente al individuo como alguien inmerso en una necesidad y afán excesivos de seguridad y comfort.
Para Nietzsche, la primera institución que impide que prospere el hombre distinto y auténtico es la Educación, que ha ido desechando las excepciones en favor de la regla, lo que nos ofrece como resultado precisamente la mediocridad de los individuos.

De este modo el sistema se retroalimenta, pues la consecuencia de esta Educación, como institución, es la derivación en un trabajo que no nos gusta pero que aceptamos. Se trata del tipo de trabajo que contribuye a la nivelación, pues nos concede satisfacciones fáciles y nos va creando mala conciencia ante la ociosidad. De esto se deriva que la vida proyectada exclusivamente al logro de la ganancia económica obliga a emplear toda la energía de la que se dispone sin descanso.

Pero, para Nietzsche, es precisamente esta nivelación la que se reconvierte en condición de posibilidad para que nazca y se desarrolle una nueva élite de individuos. Pues, en todas las ramas del saber y de la vida, cuando llevamos la enfermedad (la decadencia, el descenso a los infiernos) y el deterioro irreversible a su límite, es cuando nace o se crea la posibilidad de renacer, de elevar de nuevo el vuelo, de resurgir de las cenizas para entender el mundo de una nueva forma.

Los ecos de Nietzsche parecían resonar en Francis Fukuyama, politólogo japonés, para el que la historia humana como lucha de ideologías ha concluido (El fin de la historia y el último hombre- 1992) Para este autor, la única opción viable, tras el fracaso del comunismo, parece ser la del liberalismo democrático que va constituyéndose como pensamiento único: Las ideologías son sustituidas por la Economía.

La gente y los movimientos sociales van detectando cada vez más, a veces de forma casi intuitiva, (aún sin desarrollo ni estructura) que hay fallos en el sistema que van más allá de lo tolerable para la dignidad e inteligencia humanas. En síntesis, vamos percibiendo que los fallos que a lo largo de la historia han sido entendidos como errores, son más bien trampas. Trampas de un sistema obsoleto, cuyos valores ya no sirven al hombre moderno para vislumbrar un futuro mejor. La trampa de un sistema que supuestamente debería aprovechar el avance de las nuevas tecnologías para mayor bienestar del individuo corriente, que debería dedicar menos tiempo para trabajar y más tiempo al ocio; Sin embargo, la sensación que tenemos es la de trabajar más horas para conseguir menos salario (o que vale menos), lo que a su vez implica mayor insatisfacción y frustración y en consecuencia más deseos de satisfacer de cualquier forma dicho estado, para lo cual recurrimos a múltiples recursos también basados en muchos casos en la tecnología, de tal forma que el sistema sigue retroalimentándose sin fin, manteniendo eternamente nuestro estado de anestesia general y de camino sin fin hacia un viaje sin retorno.

En cierto modo, como afirma el escritor Juan Goytisolo en un artículo de reciente aparición en el diario El País, tenemos cada vez más y más cosas, pero menos importantes (refiriéndose, entre otras cuestiones, al acceso ilimitado a la información). A la juventud "conectada" de todo el planeta el saber no rentable le ha dejado de interesar.

Sin embargo, existe una nueva oleada de artistas, pensadores, científicos y personas corrientes que están empezando a pensar de otro modo, que creen en un nuevo tipo de hombre y de humanidad, y que en definitiva "saben" que el cambio ya ha comenzado. No obstante, la tarea de concluir este cambio es algo que todos desconocemos y que solo puede completarse haciendo.

El paradigma antiguo, se ha basado hasta ahora en un continuo mirarse el ombligo del hombre occidental, lo que por otro lado no es desconocido para nadie. Si abrimos cualquier libro básico de antropología, psicología y otras disciplinas sociales, términos como egocentrismo, etnocentrismo, geocentrismo, abundan en explicación. Pero, lejos del descreimiento y la falta de confianza de muchos sectores, se hace preciso comenzar a cambiar viejos por nuevos valores, donde no hay cabida para el egocentrismo (del hombre occidental) y sí para una individualidad sana, que se respeta a sí misma pero que es capaz de conjugar egoísmo y generosidad a partes iguales.


El individuo postmoderno, que vive en la sociedad actual tiene que enfrentarse a diario a un mundo con una serie de características que comenzaron a darse al comienzo del capitalismo y la era industrial, pero es ahora, cuando, para bien o para mal, se empieza a reflexionar sobre los resultados:

- La vida de un hombre cualquiera se ha convertido en una competición contra el tiempo, contra los otros y contra el sistema.
- Asistimos a una modificación de las dimensiones de espacio y tiempo, sin mencionar el menoscabo y la degradación del lenguaje en el ámbito periodístico y político: El desarrollo de las tecnologías se traduce en la realidad diaria en un acortamiento de las distancias, inmediatez de transacciones y operaciones de comunicación y económicas, así como en una mayor capacidad de interacción simultánea y comunicación masiva.
- Proliferan un gran número de enfermedades mentales que antes no existían, debido quizás al aumento de la esperanza de vida: depresión, ansiedad, estrés, etc., así como psico-físiológicas: obesidad, anorexia, adicciones múltiples, etc.

Estas características y otras muchas, ya no pasan desapercibidas para el individuo moderno, que paulatinamente se da cuenta de las trampas del sistema, y trata de cambiar, aunque a pasos pequeños.

El concepto de cambio o transición hacia un nuevo paradigma también viene apoyado por ideas como las de Ronald Inglehart, que se articulan en torno a la sociedad del postmaterialismo: La época actual tiende más hacia una sociedad basada en ideas de autorrealización y participación que otros estados anteriores (materialistas). Los trabajos de Inglehart van más en la línea de lo que hemos tratado de expresar anteriormente: Las sociedades postmaterialistas emergen después de una sociedad materialista de escasez mediante el análisis de la orientación de las necesidades individuales. Y en este punto creo que es donde está la cuestión más interesante del asunto. Cuestión, que por otro lado, resulta imposible de analizar en pocas líneas y que de alguna forma van manifestándose en el trasfondo de este breve intento. Esto que planteaba Inglehart en 1970 son cuestiones que también vienen confirmándose en las dos últimas décadas si atendemos a la aparición de numerosas disciplinas que tratan sobre estos asuntos y nos aportan herramientas y una metodología para afrontar los problemas tanto en el ámbito empresarial como personal. Sin ir más lejos, la psicoterapia ha tenido un aumento exponencial en los últimos 15 años en cuanto a número de usuarios. Por otro lado, existen hoy día disciplinas como el coaching, la formación en habilidades directivas y de liderazgo, el asesoramiento filosófico, la gestión de proyectos, el branding, etc. que están cada vez más insertas en nuestra sociedad y que se hacen cada vez más necesarias para afrontar procesos de cambio y autorrealización en individuos y organizaciones.
Poco a poco nos damos cuenta de que ciertos métodos y formas de liderar empresas y países otrora más autoritarios e inflexibles quizás hayan sido válidos en el pasado, pero hoy en día van perdiendo valor.


Así mismo, el nuevo paradigma va en la línea de la integración entre Oriente y Occidente. Existen estudios sobre la forma en que nos vemos occidentales y orientales y en como nos describimos. El rasgo más distintivo parece ser que es la individualidad en el caso del occidental y la colectividad en el caso de los orientales. No obstante, las diferencias son cada vez menores. Todo apunta hacia la integración: El acortamiento de las distancias actúa en favor del intercambio cultural. Sin ir más lejos, también en los últimos años, quizás impulsado por todo el fenómeno de la contracultura norteamericana y el New Age, proliferan en Occidente, toda clase de disciplinas y materias afines al orientalismo, como son el Yoga, el Tai chi, la meditación, etc. Estas disciplinas, que en principio se concebían como extrañas y poco científicas, van tomando cada vez más terreno en cursos y planes de estudio del ámbito universitario, así como en conferencias y libros denominados de autoayuda o divulgación, escritos por científicos y psicólogos de cierto prestigio internacional.

No cabe duda de que la necesidad de un nuevo paradigma se hace inminente. Como dice Brad Pitt en la cita de la introducción, el potencial está desperdiciado... pero ¿Por qué razón? ¿Es por la comodidad? Como ocurre en el plano psicológico y social del individuo, quizás haga falta llevar esta crisis social, de valores y económica a su límite para que pueda darse la oportunidad al hombre de ser diferente a como nos ha intentado determinar la tradición fatalista. En cierto modo, también se trata de rescatar del pasado aquellas situaciones posibles que finalmente no se dieron, porque fueron aniquiladas por la violencia del poder en todos sus ámbitos, y fundamentalmente la violencia del poder de la sociedad occidental imperialista, etnocéntrica y omnipotente que mediante decretos de guerra, anuncios que publicitan productos que generan destrucción (y no necesitamos) y otras argucias que se ocultan, aniquila las diferencias de los pueblos.

Pero si queremos al menos, dar una orientación de posibles respuestas al problema que se plantea, el paradigma actual es el comenzado durante el Renacimento con la Revolución científica derivada de la crisis de la Edad Media y que consiste en una visión dominante del hombre sobre la naturaleza (que juega a ser Dios) y su capacidad para transformarla, en un intento de emancipación de la autoridad que reinaba hasta la fecha y que tiene su culminación en las consecuencias de otra revolución, la industrial, que tiene como resultado la economía capitalista actual. El próximo paradigma está surgiendo de la propia reflexión del hombre moderno sobre la incapacidad de dotar de estabilidad al sistema y su propio sostenimiento en esta era tecnológica-industrial. Términos como economía sostenible, responsabilidad social corporativa, crisis de valores, conciliación, etc. llevan ya algunos años apareciendo en medios de comunicación y no son otra cosa que la consecuencia de esta reflexión.
Nos encontramos ante una situación que nunca antes se había dado con estas dimensiones y en un contexto de apocalipsis ético e ideológico que no tiene ningún precedente, lo que se traduce en una larga serie de circunstancias culturales y socio-políticas cuya percepción negativa va haciendo cada vez más mella en el pensamiento humano.

En el ámbito laboral, la figura del jefe autoritario que ordena y prescribe lo que hay que hacer, donde no hay lugar para la colaboración espontánea y la motivación intrínseca del individuo ya no tiene cabida. Al trabajador actual, conocedor de mayores recursos para informarse, no le sirve ya, el dinero como único motivador. Necesita otras motivaciones como el agradecimiento, la implicación, la colaboración, el reconocimiento a su trabajo y en definitiva, el saber que lo que está haciendo es útil en un sentido no exclusivamente económico. Además, se sabe, que la infelicidad que produce la falta de sentido en el trabajo es improductiva.

En lo relativo a la Educación, hasta nuestros días ha predominado una educación normativa y de contenidos, encauzada a que nos comportemos de una determinada manera que nos haga sentirnos conectados con lo que el sistema ha venido identificando como valores supremos o inviolables. Hablamos de una educación que se basa en la acumulación de conocimientos y que ha ido dejando de lado el desarrollo de la creatividad, el talento y la inteligencia emocional; Estos elementos van cobrando así mismo, cada vez más, mayor importancia en la vida social.
Se hace cada vez más precisa otro tipo de educación, enfocada en nuevos valores y en un tipo de inteligencia que no es la tradicional y absoluta, basada hasta ahora en los test, entendida solamente como la capacidad de resolver problemas. Hablamos de la Inteligencia Emocional, más acorde con lo que postula Inglehart.

Es evidente que a vivir no se enseña, a vivir se aprende, viviendo. Pero también lo es, que esta "educación de contenidos", que nos iguala y nos resta valor individual sintoniza más con la vida mediocre, o como diría Sartre, la vida inauténtica, que no es otra que la que interesa al tipo de Estado omnipresente, superpoblado y represivo que interesa mantener en favor de unos pocos (bancos, megaempresas, grandes fortunas..) y que ha perdido toda aspiración a una verdadera democracia, al estar supeditado a los cambios de rumbo de una economía que se basa más en la especulación y en un futuro incierto que en el aquí y ahora real de individuos y colectivos que trabajan, producen, montan empresas y generan empleo.

El propio Nietzsche también anunció la famosa frase "Dios ha muerto" denunciando una realidad que se hace cada vez más patente. Nos encontramos ante el debate espiritualidad frente a religión: Las personas ya no buscan tanto una recompensa en el más allá y no se aferran tanto a unas creencias fijas sobre lo que hay después de la muerte, sino que estamos en busca constante de una espiritualidad, entendida como algo más individual, interior, una búsqueda de conocimiento y de sentido en la vida y de conexión con la naturaleza... Una trascendencia más inmanente que está fijada en el aquí y ahora. Hasta ahora, la religión nos servía de armadura ante la sensación de desamparo e inseguridad. Debemos y estamos derivando hacia una espiritualidad entendida como integración, como unión con el Universo, que va más en la línea de influir sobre lo que pasa, y la capacidad que tenemos de darle un sentido a nuestra vida a través de nuestras acciones y pensamientos "más humanos". Digamos que la necesidad de "creer" en algo ha pasado a ser necesidad de "hacer" algo y de estar conectado con algo.

La ciencia moderna rozando la metafísica revela un paradigma de una realidad integrada e interconectada. Buena cuenta de ello, dan los últimos avances en el panorama neurocientífico, como el descubrimiento y posteriores investigaciones sobre la plasticidad del cerebro. Se especula así mismo sobre la posibilidad de superar la velocidad de la luz mediante los últimos experimentos con el acelerador de partículas, con lo que se matizarían de este modo las teorías de Einstein. Además de esto, los últimos hallazgos e investigaciones relativos al envejecimiento de las células aumentan la esperanza de vida y nos informan de que asistimos al nacimiento de un ser humano que juega con la inmortalidad y que será capaz de vivir casi un siglo, lo que en definitiva se convierte así mismo en un problema que unido al de fomentar la natalidad deriva en una superpoblación mundial, que a su vez, redunda en mayor contaminación, mayor consumo, mayor explotación y deterioro en las condiciones de vida.

Asistimos también al desencanto ante la política. Los sistemas electorales se han quedado obsoletos, sigue sin haber listas abiertas, no existe una verdadera democracia. Los movimientos de indignación relacionados con el 15M que durante el año 2011 han movilizado a jóvenes y no tan jóvenes a lo largo y ancho de las capitales más importantes de Europa, son un ejemplo de que mucha gente -cada vez más- tiene la sensación de que votar no es un cheque en blanco para que durante 4 años los políticos jueguen a ser dioses. Sin duda nos encontramos ante un panorama de decadencia de los políticos y la política, colmada de corrupción e intereses particulares.

Se dan acontecimientos en escenarios que parecía que nunca se darían en el mundo moderno como la Primavera árabe, una oleada de revoluciones que no habían tenido ningún precedente hasta la fecha, dado el carácter de aspiración democrática que tienen las actuales. Por otro lado, hay expertos que afirman algo que la gente no quiere aún reconocer: China tendrá la mayor economía del mundo en esta década. Por primera vez en los últimos doscientos años, la mayor potencia económica del mundo no será una democracia occidental.

Además, en la última década, hemos asistido a acontecimientos en el orden natural, al que los hombres no podemos abstraernos. Se ha hablado, y es ya un hecho, de un cambio climático que tiene como consecuencia más directa el deshielo de los polos y la subida del nivel del mar que afectaría de forma devastadora a todos los continentes. Terremotos como el de Haití, el Tsunami gigantesco en el océano Indico que se llevó a más de 300.000 personas, y la catástrofe de Fukushima, por citar algunos ejemplos, deben hacer al hombre reflexionar sobre lo efímero de su paso por este mundo, y sin embargo lo que conlleva en sus efectos.

Y es que, adaptando las explicaciones de Thomas Khun sobre el cambio de paradigma científico al ámbito más global del que estamos tratando, casi siempre, los hombres que realizan los inventos/ innovaciones fundamentales de un nuevo paradigma han sido muy jóvenes en el campo que intentan cambiar. Se trata de hombres que, al no estar comprometidos con las reglas tradicionales de la sociedad y debido a que tienen poca práctica anterior, tienen muchas probabilidades de ver que esas reglas no definen ya un juego que pueda continuar adelante y de concebir otro conjunto que pueda reemplazarlas: La transición consiguiente a un nuevo paradigma es la revolución política, científica, filosófica, ética y en todos los ámbitos de la vida.

Una vez hecha esta breve exposición, subyace de nuevo la cuestión a responder ¿Es necesario un cambio de paradigma? A tenor de los acontecimientos que se están dando, no es descabellado pensar, que no sólo es necesario, sino que además es ya un hecho que paulatinamente se va consumando sin que apenas logremos darnos cuenta, ya que, como alguna vez hemos leído -haciendo la extrapolación- la Historia es aquello que sucede mientras hacemos planes.

Esto es algo serio, no se trata de ninguna broma: los vaticinios de los mayas que tanto han aparecido en revistas y programas de toda procedencia, se quedaban cortos. Julio Verne, el escritor visionario que tanto nos divertía y nos hacía soñar en nuestras lecturas de adolescencia, apenas si podía imaginar lo que realmente nos deparaba el devenir del mundo, casi un siglo después de que se adelantara a la invención del fax o adivinara que el índice de lectura sería bajísimo en nuestros días, a pesar de que casi todo el mundo sabe leer. Por increíble que parezca, resulta escalofriante leer su novela menos conocida "El Eterno Adán" donde, coincidiendo con algunos filósofos y pensadores de otros tiempos, trata de sostener que no muy lejos en la historia de los hombres, habrá un cataclismo - quizás ideológico - quien sabe, si insinuando de alguna forma, hacia donde nos dirigimos si no dejamos de cometer siempre los mismos errores.

No muy alejadas de las opiniones de Verne, ya en el plano de la psicología, Carl Gustav Jung, llegaba a la conclusión, tras una vida dedicada a la investigación, de que el hombre que no se encuentra a sí mismo corre un peligro inminente, que no es otro que el de su aniquilación.

Y es que todo señala, como el Oráculo de Delfos, hacia una toma de conciencia que debe darse en el ser humano para que pueda producirse el cambio. Los grandes pensadores de nuestra época y de alguna forma, también los que nos han precedido afirman que existe un desequilibrio entre lo externo, el mundo (lo material) y lo interno (lo espiritual) la satisfacción o felicidad interior del individuo, que sigue consumiendo recursos sin parar, con una voracidad insaciable, pero que sin embargo, parece conducirle a la nada.

Los recientes descubrimientos en Física cuántica confirman que la realidad se crea. Los historiadores científicos, de hecho, suelen hablar de una segunda revolución científica como consecuencia de la teoría de la relatividad y de la mecánica cuántica. Según algunos, con ella se dejan atrás las nociones de determinismo y causalidad. Como resultado, la física de hoy ha cobrado un extraño aspecto que trasciende la experiencia cotidiana del ser humano, ignorando hacia donde nos llevará.

De este modo, lo que nos indica que nos acercamos a un nuevo paradigma, a un nuevo modelo de realidad, a una nueva visión del mundo y de la humanidad, así como la cultura Maya vaticinaba, es, tras la reflexion, la posibilidad de que nos estemos acercando hacia el fin del mundo. Pero no se trata de un final irreversible y exclusivamente catastrófico, sino más bien, del fin del mundo conocido hasta ahora, tal y como es concebido por la especie humana.

En definitiva, es tarea de cada uno juzgar y valorar si el cambio de paradigma es algo que ya se está produciendo o si por el contrario todavía no ha comenzado. No obstante, cabe decir al menos que debemos mantener la esperanza, como decíamos al comienzo, no una simple espera, sino una esperanza activa, que nos ayude a abrir nuestra mente hacia nuevos proyectos, ya que, citando a Ortega, el ser humano se da cuenta de que es un proyecto inacabable. Debemos comprender que la vida es ir descubriendo nuevos horizontes, pues de otra forma, seguiremos estando muy cabreados.




No hay comentarios: